04 al 13 de mayo
El cerro que cobija a
las 3 cruces de Jocohanca a una altura aproximada de 4,400 metros sobre el
nivel del mar, tal vez un poco más, los cerros
en conjunto, por la propia naturaleza son bellos, reflejados por los rayos del
sol que nace y por el silbido alegre del aire que hace una melodía agradable al
oído conjuntamente con el susurro del ichu al son del viento; pero a la vez,
también es triste, por la soledad y el color amarillento del ichu y el frío
helado del amanecer y del anochecer. Ahí están los tres Maderos, erguidos,
desafiando a la naturaleza, a los rayos de los meses de frío invierno.
Históricamente se dice
que en la época del incanato existía una Guaca en el cerro de Jocohanca que
servía de adoratorio a los que habitaban en los Ayllus de esos lugares. Al
llegar los españoles a esas zonas en el siglo XVI, la Guaca fue destruida por
los extirpadores de idolatrías y al mismo tiempo reemplazado por una cruz,
signo del catolicismo. Por trasmisiones orales se sabe que la cruz originaria y
primigenia fue reemplazada por otra de mayor dimensión en el siglo XVIII y es
la que perdura hasta la actualidad con el nombre de "El Viejito".
Años más adelante, sin
precisar fecha, se agrega una segunda cruz, a la que le dieron el nombre de
"Surqueño Viejo", el mismo que posteriormente fue alcanzado por un
rayo que lo partió en dos, hecho que motivó la idea de cambiarla por un nuevo
madero que fue regalado por el devoto don Perfecto Guzmán en el año de 1910, a
la que se le denominó "Surqueño Nuevo". Trilogía que coincide con las
cruces del Calvario, motivo por el cual despertó mayor devoción y son veneradas
hasta la actualidad con profundo fervor católico. Se dice que los nombres de
Surqueño vienen por que se cree que los maderos que sirvieron para las dos
cruces fueron traídos del pueblo de San Jerónimo de Surco.
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